La sombra de las letras
por Valentina Sanjuan

 

Al pensar en sombras, se acercan a la mente imágenes de varias formas: humanas, también de recuerdos y tiempos de fuertes tormentas… o bien, de algo que está bajo un objeto. Suelen mirarse como siluetas dibujadas o espectros insignificantes de lo que es la materia que se construye en un primer momento, tal vez se trate de entes irreductibles: Las sombras se producen de lo relevante, ninguna nace de un caso fortuito; simbolizan la estela de algo que no se conforma con existir en una sola dimensión, tiene que generar un rastro para mostrar que es relevante.

 
Ahí se concentra la sutil importancia de las sombras, ya que a pesar de su desvanecimiento físico, la naturaleza de aquellas que subsisten y luego se incrustan en los seres u objetos sin ser percibidas; es decir, de forma invisible, corresponde al orden de lo permanente, y al mismo tiempo de lo sagrado. Lo sagrado no en términos de lo religioso, sino de lo filosófico: lugar que alberga experiencia mística, inusual, de contacto con lo espiritual y de reencuentro con el universo. Lo transitorio, lo verdaderamente insignificante no tiene sombras, o si es que llegan a aparecer, difícilmente sobreviven. 
 

Esta sombra, que se va tejiendo con el paso del tiempo para quienes las letras han elegido acompañar, resulta de entre la adversa existencia, una certeza, tal vez la más firme de las que han emergido de la mezcla entre el hecho de existir y de pisar los escenarios imaginados por la inmensidad del lenguaje. Es el momento en que el azar cambia de forma a una solidez tal, que se asemeja a un gran respiro para un moribundo. Un lugar necesario para contemplar la sombra que se desprende de los seres vagos, impredecibles, que se convierten después, sorpresivamente, en los instrumentos tomados por las letras para dejar su estela.
 
¿Hay algo más allá de la estela? ¿Las sombras tienen un fin por sí mismo? La sensibilidad y la intuición son los adecuados para brindar la respuesta, a través de ellas es posible descubrir enigmas y almas encubiertas con rostros desconocidos. Más allá de la estela y de las sombras, se hallan las riquezas que emanan de quienes portan las palabras escritas, y éstas a su vez del pensamiento, en el que se hilvanan y desbordan, una vez que las subjetividades les han facilitado el dolor, el goce, la melancolía y la nostalgia como alimento. El resto, los demás efectos de las sombras se aprecian hasta el momento en que los rostros se desvelan para dejar a la superficie no otra cosa sino la causa por la que se han acercado, la intención esencial de su visita o encuentro, la marca que dejarán en nosotros, la sombra en donde aparecerán ellos.